Esa tarde no pude decirte nada al verte, te vi con el rostro
iluminado mientras te acercabas paso a paso, como un niño esperando la mañana de navidad, por eso lo deje pasar,
como estos últimos cinco meses que han parecido cinco años de un interminable
suspiro, de un grito contenido en el
pecho, de unas ganas de llorar en la
garganta, en que lo único que hago es levantar la cabeza de rato en
rato de la mesa para ver cuánto avanzado el reloj y darme cuenta que ni aún ahora, que ni aún después
de todas estas noches, las cartas, las cenas, los abrazos, que sin importar todo el peso de ese costal de promesas y proyectos o todititas las calles caminadas y los libros que utilizamos para regalarnos palabras, te lo podre decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario